En la antigua Roma clásica, para que dos personas contrajeran matrimonio era necesario que ambas partes de dicha pareja fueran romanas.
El casamiento dependía de los padres, no solían tener en cuenta la opinión de los hijos debido a que estos matrimonios se hacían bien por beneficio propio o por ayudar sabiendo que luego obtendrían algún beneficio.
Después de casarse la mujer sigue teniendo derecho a la herencia paterna, y sigue conservando los derechos sucesorios de la familia. El día del casamiento debía ser a partir de la segunda quincena de julio porque se decía que era la mejor época del año.
Casarse en otro mes como por ejemplo mayo estaba mal visto.
El día después de la gran ceremonia, había un banquete exclusivo para las familias de los recién casados.
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